22 de junio de 2008

Conociendo Cusco

Después del día agotador que habían tenido. A los chicos les costo amanecer el 14-01-08. Lo hicieron cerca del medio día. Decidieron que ese debía ser un día de descanso. Ya que sus cuerpos acusaban fatiga acumulada.
Emprendieron la caminata que los depositaria en la Plaza de Armas, donde se dedicaron tomar unos mates y charlar un poco acerca de cómo venia y como seguía el viaje.
Como era de esperar no arribaron a ninguna conclusión que les permitiera organizar un poco las cosas. Después decidieron ir a conocer un par de Iglesias que se encontraban en la ciudad de Cuzco. Y obviamente comenzaba el conflicto de los regalos que debían llevar de regreso. Comenzaron a recorrer las ferias y tiendas que había en la ciudad. Fue en esa situación donde comenzó a retumbar en sus oídos una frase que los acompañaría todo el viaje, o almenos el recorrido que les restaba en Perú. Cada vez que se acercaban a una vendedora y le preguntaban algún precio, ellas respondían “llévelooooo amigoooo llevelooooo”; otra de las frases que oían muy seguido era “es la primera venta del día, lléveloooooooo amigooooooo, llévelooooooo”. Pero sin dudas la frase que mas gracia les provocaba es la que le respondían después de intentar regatear un precio, las vendedoras decían “eso es una limosnaaaaa, es barato, llévelo amigoooooo”. Por cierto todas estas frases para que sean correctas sus interpretaciones se las debe imaginar con las correspondientes entonaciones y las caras de las vendedoras.
Ese día fue de lo más tranquilos de todo el viaje. Por la noche decidieron comprar comida, para cenar en el hostel. Luego de la cena y las correspondientes bromas y demás. Cada uno partió a su habitación para preparar las mochilas. Ya que el día siguiente era uno de los más importantes, comenzaría la caminata que después de cuatro días los depositaria en la ciudad de Machu Pichu. El gran inconveniente que tenían, era que en una mochila chiquita debían poner todo lo que usarían en esos cuatro días. Fue toda una odisea armar esas mochilas. Y de a poco el cuerpo comenzaba a sentir la adrenalina que se generaba al pensar que cada vez estaban más cerca de cumplir el gran objetivo del viaje. Cuando cuentan esa historia se les pone la piel de gallina a los chicos, me imagino en aquel momento como deben haber estado.

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